La solidez de nuestros principios
Un viejo amigo siempre decía “En las malas se ven los buenos”. Y cuánta razón tenía.
Cuando estamos conversando frente a un café estamos todos de acuerdo en la importancia del buen trato, la sana convivencia, la libertad de expresión, el respeto por la vida y la integridad física, la democracia, la no violencia y una larga lista de principios que nada tienen que ver con la política de derecha o izquierda, pero mucho se relacionan con nuestra condición de seres humanos unidos por un destino espiritual en común.
Sin embargo, cuando el viento arrecia y vemos nuestra seguridad amenazada, con triste frecuencia constatamos que esa solidez de principios comienza a relativizarse por razones tales como la legítima defensa frente a un ataque ajeno, la falta de valores básicos en la postura del otro o derechamente la ineficiencia de métodos más amables frente a la carencia en el otro de condiciones mínimas de entendimiento. Frases como “con estos salvajes no queda otra” o “por las buenas no resulta” se escuchan muy seguido en estos días.
Así que ahora vemos que los principios que defendíamos con vigor son tales sólo cuando me convienen, o cuando no me veo amenazad@, pues de lo contrario, esos valores se aplican cuando se trata de defender a los míos, pero no a “los otros”.
En otras palabras:
¿Está mal que las fuerzas policiales repriman la violencia criminal con fuerza excesiva, pero que en cambio está muy bien que actúen de esa forma cuando se acercan a mi barrio?
¿Está mal atentar contra los procesos democráticos, pero está muy bien sostener que las autoridades son ilegítimas porque ya no me gustan?
¿Está mal la desigualdad social, pero hay que dejar las cosas como están si la solución es que me cobren más impuestos?
¿Está mal reprimir las marchas, pero está bien por otro lado, porque esta gente “no sabe de lo que habla”?
Tras cada uno de estos ejemplos no sólo encontramos una postura política, sino algo más importante: una declaración respecto del tipo de seres humanos que queremos ser.
Todos pensamos algo distinto. Pero es muy importante que pensemos siempre lo mismo, no sólo cuando nos conviene. De lo contrario, los principios no son principios sino sólo estrategias ocasionales que usamos cuando la oportunidad lo amerita. Como kabbalistas debemos asumir posturas fundamentales frente a las cosas, y mantenerlas. La principal declaración, es que todos tenemos un alma y estamos juntos en este viaje que es la vida, cada uno con su misión. Y eso no cambiará.
Con cariño,
Maestra Carolina Castagneto