La importancia de hacer el bien aunque te hagan el mal

A veces uno siente que las otras personas están en deuda con él porque lo trataron mal (desde su punto de vista). Pero incluso si sientes que tu esposa o tu amigo te deben algo, porque te trataron mal o algo así, si a pesar de eso, los sigues tratando bien, Hashem te garantiza que vivirás una vida larga y buena, tal como enseña Rabí Najman en el Sefer HaMidot: “Aquel que paga mal con bien tiene una larga vida”. O sea que incluso si estás convencido de que el otro te debe algo, siempre te conviene tratarlo bien. El perfeccionamiento, la curación y la alegría del alma y todo el éxito y la bendición provienen de la sensación de que nadie me debe nada.

El famoso tzadik, Rabí Zusha de Anipoli que, si bien toda su vida vivió una vida de pobreza y sufría tremendamente, siempre estaba contento con lo que le había tocado en suerte. Y cuando los discípulos de su maestro, el Maguid de Metzrich, quisieron saber cómo se acepta con amor el sufrimiento, él los envió a ver al Rabí Zusha. Este les preguntó para qué habían ido a verlo. Los alumnos le respondieron y entonces Rabí Zusha replicó: “Lo siento. Pero se equivocaron de dirección. Zusha no puede ayudarlos porque en toda su vida Zusha nunca sintió aflicción por nada”. Debido a que Rabí Zusha sentía que nadie le debía nada, y era inmensamente feliz con cada pedazo de pan y cada vestimenta que tenía para cubrirse, ni siquiera sentía aflicción.

La siguiente historia nos ilustra este punto con claridad.

Rabí Zusha era muy valorado y muy querido en su ciudad. Y en su hogar siempre reinaba la dicha y la felicidad, a pesar de la pobreza en la que vivía. En esa misma ciudad, vivía un rabino que oficiaba de rabino de la ciudad, era un hombre muy adinerado. Pero era un hombre enojadizo y nadie lo quería, ni en la ciudad ni en su propio hogar. Y siempre se peleaba con su familia y vivía triste y enojado. Además, solamente veía lo malo de cada persona. Pero la persona que más odio le causaba era Rabí Zusha, porque era su antítesis, ya que Zusha siempre estaba contento, a pesar de no contar con medios materiales. Una noche, este rabino no lograba conciliar el sueño de tan enojado que estaba y entonces decidió ir a la casa de Rabí Zusha a preguntarle cuál era su secreto para vivir siempre feliz. ¿Cómo era posible que una persona tan pobre pudiera ser tan feliz y alguien tan respetado y honorable como él mismo viviera tan triste? Rabí Zusha lo recibió de muy buen semblante y escuchó la consulta del rabino. Y entonces Rabí Zusha le dijo:

“Mire, Zusha le va a dar un ejemplo: la semana pasada, se celebró con gran pompa la boda de la hija de Rabí Moshe, una de las figuras más destacadas de la ciudad. Cuando le llegó la invitación a Zusha, este se emocionó mucho por el gran honor, y pensó que Zusha jamás le había hecho ningún favor a Rabí Moshe y a pesar de todo, este lo había invitado a la boda. Entonces pensó: ‘Si Rabí Moshe honra tanto a Zusha, entonces Zusha tiene que ser el primero en llegar a la boda a devolverle la bondad’. Así pensó él y le dijo al mensajero que le diera las gracias a Rabí Moshe de parte de él, de todo corazón. Pero cuando el mismo mensajero llegó a la casa de usted a invitarlo, y le dio el honor de ser el mesader kidushín (rabino que oficia la boda), no sólo que usted no se emocionó, sino que lo único que le interesaba era saber qué número ocupaba en la lista de invitados. Y cuando vio que solamente estaba en el décimo lugar, se puso furioso por no ser el primero de la lista y usted se enojó con él y lo maldijo en su corazón y decidió que Ud. también le faltaría el respeto a él y llegaría a la boda tarde en forma intencional, para que él se enojara y se pusiera nervioso. Y el día de la boda, Zusha llegó a la boda una hora antes de su inicio, muy contento y muy agradecido. Y cuando vieron que el rabino oficiante no llegaba, decidieron conferirle el honor de oficiar la ceremonia a Zusha. Después le confirieron también el honor de recitar una de las bendiciones matrimoniales y lo hicieron sentar en la mesa de las personalidades destacadas. Y Zusha disfrutó de todos los manjares que se habían servido y bailó con el novio muy alegre. Y usted, estimado rabino, llegó tarde, cuando ya casi no quedaba nada de comida y en la mesa de invitados de honor ya no quedaba lugar para nadie más y nadie le prestó atención. Su furia y su frustración aumentaron con cada minuto que pasaba y en especial cuando vio a Zusha sentado lo más cómodo en la mesa principal. Y cuando Rabí Moshe por fin se percató de su presencia, le pidió a un mozo que trajera otra silla y que le trajera las sobras de la comida. Usted se sintió tan avergonzado que ni siquiera quiso tocar la comida y se puso furioso con Zusha, con Rabí Moshe, con el novio, con la novia, con todos los invitados y por supuesto que no le quedaron ganas de bailar ni de festejar…

Y cuando llegó el momento de recitar la Bendición de Después de las Comidas, los demás se olvidaron de que usted estaba presente y le confirieron el honor del Zimún y las Siete Bendiciones (Sheva Brajot) a Zusha. Zusha volvió a casa lo más contento, bendiciendo a Rabí Moshe y a los novios, y usted volvió a su casa amargado y deprimido, ofendido y furioso con todos. Esa es la diferencia entre usted y yo”.

Esta historia que acabamos de relatar nos demuestra hasta qué punto la actitud que uno tiene frente a la vida determina su grado de felicidad o infelicidad. El que siente que todos le deben algo de hecho está eligiendo vivir una vida de amargura y frustración. La gente suele decir: “No tengas razón. Sé sabio”. Por eso, incluso si piensas que alguien te debe algo, es preferible que actúes con sabiduría y vivas feliz. Y siendo que, en realidad, nadie te debe nada, porque nada te pertenece, en el momento en que te das cuenta de que nadie te debe nada, tienes toda la razón y al mismo tiempo estás actuando en forma sabia.

¡Qué gran lección de vida para todos nosotros!

por: RAB SHALOM ARUSH vía breslev.com

Pensamiento Positivo

Toda la guerra entre la Buena y la Mala Inclinación ocurre en el pensamiento, pues la Buena inclinación es realmente los pensamientos positivos y la Mala Inclinación los negativos.

Por lo tanto, lo esencial de la prueba del hombre consiste en, o sucumbir a los malos pensamientos y creer en ellos, lo que se manifiesta en tristeza, desesperación y depresión, o reforzarse con pensamientos de fe, lo que le lleva a dominar su tristeza, colmándose de alegría. Sus privaciones se transforman para bien y triunfa, porque superó su prueba según la Voluntad del Creador.

Tomemos el ejemplo de una persona que fracasa durante un largo período en encontrar pareja. Esta es ciertamente una prueba difícil, cuya esencia consiste en afrontar los pensamientos de tristeza y desesperación provocados por la Mala Inclinación. Ella (la mala inclinación) empieza enumerándole todas sus faltas y carencias que le impiden concretar el matrimonio, con el fin de que pierda su fe, como si no tuviera ninguna posibilidad de casarse alguna vez. ¡Todos esos pensamientos son mentiras! – nada impide al Creador darle a cada uno su pareja en cualquier momento que lo desee.

Por consiguiente, lo primero consiste en no culparse a sí mismo o a otros y agradecer al Creador por estar soltero hasta el día hoy, entendiendo que su celibato es la Voluntad Divina y es para su bien. Cuando él posea esta creencia, su plegaria será verdaderamente eficaz.

La regla es la siguiente: cuando el hombre tiene fe en el Creador, ¡entonces incluso el problema de su alejamiento de Él se resuelve con el Creador Mismo – por medio de la plegaria!

Es mi ferviente deseo que todos estemos preparados para recibir al Mashíaj con paz y alegría. Amén

Maestra Sharon Moreno A.

Luz y oscuridad

Durante el mes en curso, el mes de Av de acuerdo al calendario hebreo, podemos ver y sentir en términos prácticos el principio del balance entre Luz y oscuridad, puesto que en este mes, se presentan el día más difícil del año; Tisha be Av (o el 9 del mes de Av), y uno de los días más alegres del año; Tu be Av (el Día del Amor, o el 15 del mes de Av).
Aprendemos gracias a los sabios, que en nuestras vidas, mientras conectamos con mayor Luz, hay también mayor oscuridad, esto siempre con el objetivo de poder ejercer el libre albedrío y así poder seguir evolucionando en nuestro proceso y ser proactivos, lo cual es propósito esencial de nuestra Alma. Si solamente hubiese mayor Luz, no tendríamos que elegir porque la opción a seguir sería clara.. El oponente nos brinda mayores dificultades, como una forma de entrenarnos para ser persistentes y proactivos más allá de la adversidad.

Es nuestro deseo que podamos siempre elegir la proactividad y que nuestras Almas ayuden a balancear el Mundo para bien, en cada elección, en cada día.con paz y alegría. Amén.

Los mendigos

Poner en peligro la propia vida para ayudar a otros

Como cualquier pueblo pequeño, Tzfat tiene sus mendigos profesionales. Ninguno de ellos es borracho, gracias a Di-s, o sin hogar, Di-s no lo permita. Sólo piden para ganarse la vida. Es su trabajo, y trabajan duro en ello. Respetan su horario habitual y cada uno tiene su propio territorio. Algunos de ellos trabajan para las organizaciones religiosas, como el gordito que cojea y lleva una pushke (una jarra para recolectar), o el pequeño ágil y flaco en la midrajov, nuestra adoquinada calle principal. Canta canciones populares en idish y en hebreo, y hasta da vueltas bailando un vals, deseando buen día, gentil y agradecido, dando una berajá, (bendición) y una dulce sonrisa a cada alma generosa. Luego tenemos aquellos que trabajan por cuenta propia, extendiendo su mano o un frasco de plástico sin etiqueta. La mayoría de nuestros mendigos son limpios, aunque estoy seguro de que algunos de ellos creen que van a tener un día de éxito si se ven un poco desprolijos. Pero cada día allí están ellos.
No obstante, hace muchos años les hubiera dar la espalda, sospechando de su necesidad. Una vez le pregunté a mi rabino “¿Cómo puedo saber si realmente necesitan el dinero? Apuesto a que algunos de ellos están mejor que yo.” Su respuesta fue prudente: “Si te piden, entonces lo necesitan, aunque sólo sea en sus propias mentes, y les debes dar. “Así que le doy a todos ellos cada vez que los veo, que es por lo general todos los días, aunque sea sólo diez agorot, nuestra moneda más pequeña, que vale unos tres centavos de dólar, o medio shekel, unos 12 centavos de dólar. Es el mejor negocio del mundo, me imagino, recibo una bendición por unos pocos centavos.
Pero el más sagrado de nuestros ciudadanos de mal aspecto no es un mendigo. La primera vez que lo vi merodeando con su ropa rasgada y vieja, con grandes agujeros en los talones de los calcetines que sobresalían por encima de sus zapatos, pensé que podría ser alguien sin hogar, deprimido y de mente extraviada. Entonces empecé a verlo por los alrededores con regularidad, a menudo sentado en las mesas de café charlando con sus amigos. ¿Estarían dándole de comer, me pregunté?

Enseguida llegaron los Klezmering, el Festival Anual de Música de Tzfat. Decenas de miles de personas acuden a Tzfat cada año para disfrutar de músicos tocando en las calles, en las plazas, en los parques, en todos los rincones de la ciudad. Lo vi allí, en el Klezmer. Pero él no era un espectador. Me sentí atraída por el sonido de la música, y luché a través de la multitud hasta que pude conseguir llegar lo suficientemente cerca para ver lo que estaban mirando. Era él. Estaba bailando. Mijael estaba bailando consigo mismo, entreteniendo a unos cien espectadores, todos cautivados por su gracia y su improvisación. Su cuerpo delgado estaba celebrando el éxtasis de la música. Su viejo rostro bronceado de profundas arrugas brillaba con una luz interior, sus ojos bailando por la alegría de complacer a la multitud. Bailaba como Anthony Quinn en Zorba el griego, con las manos levantadas por encima de su cabeza para acentuar sus movimientos. Un hombre todo vestido de negro se levantó para bailar con él. Allí estaban ambos, joven y viejo, religioso y laico, respetado y despreciado, un iarmulke y una gorra de lana bailando juntos ante la multitud. Mijael estaba poniendo tanto de sí en su baile que me sentí como si estuviera viendo su alma.

Después de eso no lo vi por un tiempo. Hasta que un día vi sólo ese familiar y exhausto gorro de lana amarilla. Al lado de mi casa hay un sitio común en Tzfat, una horvá, una ruina. Destruidos en el último terremoto que devastó la ciudad, departamentos o edificios enteros están allí abandonados, habitados solamente por gatos callejeros y peores criaturas. Iba hacia mi patio a través de la puerta trasera, y de repente la vieja puerta metálica de la horvá se cerró de golpe! Vi una mano que se extendía hacia afuera, dejando la cara y el cuerpo fuera de la vista, para sujetar la pesada cadena y el candado. Pero su sombrero era visible. Era el sombrero de Mijael.

¿Qué debía hacer? No sabía. Tenía miedo de decírselo a alguien, quizás venga la policía y lo desaloje. No había electricidad, ni agua, ni calefacción, no había ni siquiera ventanas. ¿Cómo podía dormir allí en las frías noches de Tzfat? Me imaginé que se duchaba cada día en la sinagoga calle abajo, donde muchos de los hombres iban todas las mañanas para usar la mikve (el baño ritual). Eso explicaría cómo era capaz de verse siempre tan limpio. ¿Era peligroso? ¿Era por su causa que las personas cerraban sus puertas con llave? Yo había oído hablar acerca de “unas cuantas manzanas podridas” en la ciudad. ¿Podría ser uno de ellos? ¿Yo no corría peligro?
Pero yo lo había visto bailar. Otros lo pueden ver con recelo, pero yo lo había visto entregarse a la gente, sin ocultar nada. Decidí dejar las cosas como estaban. El no sabía que yo había reconocido su sombrero. Ya tenía la edad suficiente para recibir seguridad social, pero si quería vivir en una ruina no iba a entrometerme. Iba a guardar su secreto.

El invierno se volvió a la primavera, y rápidamente verano. Poco a poco, me di cuenta de que casi todos en el pueblo sabían que Mijael estaba viviendo en la horvá al lado de mí casa. Dicen que trabaja. Así que en vez de vago es un excéntrico. Pero hay una historia más que tienen que escuchar de él, la mejor historia de todas.
Mijael vio a un amigo un día que estaba sentado en un café al aire libre. Estaba llorando, con la cabeza sobre la mesa enterrada bajo sus brazos. Mijael se sentó a consolarlo y le preguntó qué le pasaba. El amigo le dijo que estaba en un montón de problemas. Se había divorciado y no había pagado la pensión alimenticia. No la había pagado en años, y ahora las autoridades estaban tras él. Necesitaba cerca de u$s 20.000 de inmediato o iría a la cárcel. Mijael metió la mano en el bolsillo del estropeado, sacó un billete de loto gastado y arrugado. Manoseándolo con sus dedos por centésima vez, se lo mostró a su amigo. Mijael le dijo: “Mira esto, no tienes que llorar más, no tienes que ir a la cárcel, me gané el loto. Es un boleto ganador que vale $20.000. Durante toda la semana me he estado preguntando ‘¿Para qué me lo gané?’ Yo sabía que no necesitaba el dinero, por eso pensé que debía haber alguna buena razón para que lo gane. Bueno, debe ser por esto, así que toma el billete y tus problemas han terminado”.
Tal vez te estás preguntando si la historia es cierta o no. En realidad, no importa tanto. Lo que es más importante es que la gente de aquí cuenta este tipo de historias. Nos dice mucho sobre el tipo de personas que viven en Tzfat. Incluso nuestros vagabundos y mendigos son santos. Tal vez son los más santos de todos.

Fuente: dimensiones.org

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