Cuando se reflexiona acerca de la plegaria personal, la imagen es la de una persona dirigiéndose hacia lo alto en busca de conexión espiritual. Creemos que hay que pedir al Creador por su misericordia o su ayuda, o bien buscamos su consejo. Le damos las gracias por sus dones y también aprovechamos de hacer introspección con ocasión de cada momento de oración. Cada vez que realizamos una bendición miramos hacia nuestro entorno y agradecemos lo recibido día a día.
Lo descrito presupone que todo aquello a que o quien nos dirigimos se encuentra fuera de nosotros, bien sea en “el cielo” o en una dimensión a la cual tenemos acceso limitado o nulo.
Sin embargo, nos olvidamos con demasiada frecuencia que cada persona que pisa la tierra tiene en sí un fragmento del alma divina. De no ser así, nuestra existencia no sería posible. Vivimos “en” D’s, porque en un sentido somos D’s mismo. La invitación, por lo tanto, es mirar hacia nosotr@s mism@s en busca de esa chispa divina que, con total seguridad portamos, y dirigir nuestra mirada y plegaria hacia dentro, para variar. Si logramos acercarnos aunque sea un poco a esa esencia, tal vez sea ella misma la que nos dirija hacia esa otra dimensión que nos es tan valiosa y esquiva.
¿No será que para mirar a lo alto tenemos que partir por mirar hacia dentro? Tal vez como sucede con frecuencia en la Kabbalah, el camino más corto para un destino lejano termina siendo el que comienza en nosotros mismos, paradojalmente.
Si lo dicho es cierto, ningún@ de nosotr@s podría dudar de su propio valor, pues no sólo portamos una chispa que es más valiosa que casi todo lo que nos rodea, sino que además, tenemos la llave para abrir la puerta del inmenso cielo, en nuestro propio corazón.
Amén,
Maestra Guía Carolina Castagneto