Comienza pensando en pequeño, y de esa forma cambiarás tú y tu propio mundo.
¿Te sientes deprimido por el estado del mundo? ¿Te cuesta leer los periódicos con todas las tragedias que se convirtieron en parte de nuestra vida cotidiana?
Bueno, llegó el mes de Elul, el mes donde se toca cada día el shofar para recordarnos que faltan sólo cuatro breves semanas para Rosh Hashaná y que tenemos que tomar con seriedad nuestra responsabilidad personal y hacer lo que debemos para que el próximo año sea mejor.
Dada la inmensidad de nuestros problemas, ¿cómo podemos hacer algo que marque alguna diferencia? ¿Alguien puede imaginar que personalmente puede hacer algo para cambiar el mundo?
En respuesta a esta pregunta, el judaísmo da una respuesta sorprendente. Maimónides lo ilustró gráficamente. En sus Leyes de la Teshuvá, Maimónides enseña que cada persona tiene que pensar que cuando Dios juzga al mundo en su revisión anual antes de las Altas Fiestas, Él encuentra un equilibro perfecto entre los actos buenos y malos. El juicio Divino aguarda con el decreto final hasta que tú entras en la ecuación. Si también tus actos se encuentran en perfecto equilibrio entre lo bueno y lo malo, entonces sólo un acto más bueno, sin importar cuán pequeño sea, llevará a que el juicio sea favorable, lo cual a la vez decidirá el destino de toda la humanidad.
Puede parecer inverosímil. Sin embargo, el más grande filosofo del pueblo judío no dudó en expresarlo de esta manera para inculcar en cada uno la verdad de que cada persona marca la diferencia y que cada uno de nuestros actos tiene consecuencias en la balanza del juicio Divino.
Por eso pienso que el consejo más importante que le puedo dar a cualquiera cuando pienso en formas de cambiar el mundo al comenzar el mes de Elul, se condensa en tres palabras: piensa en pequeño.
Hace unos pocos años, Mohamed Yunus ganó el premio Nobel de la paz por transformar el concepto de pensar en pequeño en una gran innovación que ya revolucionó el sistema bancario, así como las vidas de millones de personas. En el año 1974 Bangladesh se vio devastada por una inundación seguida de una terrible hambruna. Yunus decidió prestar 27 dólares sin ninguna garantía a un grupo de mujeres de la ciudad de Joba, cerca de la universidad donde él trabajaba como profesor. Allí, las mujeres hacían cestas de bambú, pero se veían obligadas a venderlas a precios tan bajos que apenas pagaban el costo del material. Nunca podían comprar grandes cantidades de material por falta de capital. Yunus dio inicio a lo que ahora se conoce como ‘microcrédito’, permitiendo que personas pobres, ansiosas de desarrollar sus pequeñas empresas, tuvieran éxito.
Con la pequeña suma de dinero que recibieron, ellas fueron capaces de financiar su trabajo y establecerse. Así nació la ‘microfinanza’ o ‘microcrédito’. El hecho de “pensar en pequeño”, algo que nunca antes se había puesto en práctica, creó una nueva forma de vida y de oportunidades. Un pequeño acto cambió el equilibrio de la balanza y gracias a eso hoy prosperan millones de personas. También hay otra forma de pensar en pequeño. Esta queda bellamente expresada en una historia que cuentan en nombre del Jafetz Jaim.
Una vez le preguntaron al Jafetz Jaim cómo pudo tener tanto impacto en el mundo judío. Él respondió: “Originalmente quería cambiar el mundo, pero fracasé. Entonces decidí limitar mis esfuerzos y sólo influir sobre la comunidad judía de Polonia, pero también con eso fracasé. Entonces decidí apuntar a mi comunidad en Radin, pero no tuve mucho éxito. A continuación me esforcé para cambiar a mi familia y también con eso fracasé. Finalmente decidí cambiarme a mí mismo y así fue como logré tener tanto impacto sobre el mundo judío”.
Leo Tolstoy llegó a la misma conclusión. “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”, escribió. Por eso el mundo continúa con sus miles de defectos; todos se quejan sobre los pecados comunes de los demás y prestan poca atención a ellos mismos.
La mayoría de las personas desean cambiar el mundo para mejorar sus vidas, pero el mundo que primero necesitan cambiar es el que está dentro de ellos mismos.
En la actualidad hay un movimiento que llevó el concepto todavía un paso más adelante en la práctica. Ellos no se ocupan de los grandes temas, temas sobre los que realísticamente la mayoría no podemos influir, sino que se dedican a las interacciones pequeñas de todos los días, las que de hecho definen nuestra vida cotidiana. Esto se llama los “pequeños actos de bondad” y me gustan precisamente porque sus exigencias son muy simples, sin embargo si se las practicara universalmente, eso cambiaría nuestras vidas.
Las sugerencias son simples. Elige una o una docena:
- Dar un cumplido genuino a alguien por lo menos una vez al día.
- Escribir lo que valoras sobre otro miembro de tu familia y compartirlo.
- Revisar cómo se siente alguien que está enfermo.
- Preguntar si podemos ayudar a alguien que está atravesando un momento difícil de su vida en este mismo momento.
- Prestarle tu vehículo a alguien que no tiene auto para que pueda hacer sus compras.
- Escribir una tarjeta para alguien especial.
- Enviar anónimamente flores a un paciente en un hospital.
- Pedirle a una persona mayor que te cuente su historia y realmente escucharla.
- Ofrecerte a pagar la cuenta del almacén de otra persona.
- Donar para una persona sin casa, quizás darle un poco de comida.
- Dejar una propina generosa a quien te atendió amablemente.
- Darle a alguien un libro que ya no necesitas.
- Llamar sin ninguna razón especial a tus padres o abuelos.
- Ofrecer tu ayuda como voluntario para tu comunidad.
Los planes grandiosos son maravillosos, pero rara vez logramos concretarlos. Las ideas impresionantes para cambiar el mundo por cierto son impresionantes, pero con frecuencia también son poco prácticas e irrealizables. Por lo tanto, quizás este año antes de Rosh Hashaná, podemos disminuir nuestras ambiciones, pensar en pequeño y de esta manera cambiar nosotros mismos y cambiar por completo nuestro mundo.
por Rav Benjamín Blech vía aishlatino.com