“Que gran decepción tenía el joven de esta historia… Su amargura absoluta era por la forma tan inhumana en que se comportaban todas las personas. Al parecer, ya a nadie le importaba a nadie.
Un día, dando un paseo por el monte, vio sorprendido que una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido, el cual no podía valerse por sí mismo.
Le impresionó tanto ver este hecho que regresó al día siguiente para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual.
Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre. Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta.
Admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo:
“No todo está perdido… Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas”. Y decidió hacer la experiencia: Se tiró al suelo, simulando que estaba herido, y se puso a esperar que pasara alguien y lo ayudara.
Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda. Estuvo así durante todo el otro día, mucho más decepcionado que cuando comenzamos a leer esta historia, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio, sintió dentro de sí todo el desespero del hambriento, la soledad del enfermo, la tristeza del abandono… Su corazón estaba devastado, ya casi no sentía deseo de levantarse, entonces allí, en ese instante, lo oyó… ¡Con qué claridad, qué hermoso!, una hermosa voz, muy dentro de él, le dijo: “Si quieres encontrar a tus semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la pena, si quieres seguir creyendo en la humanidad, para encontrar a tus semejantes como hermanos, deja de hacer de tigre y simplemente sé la liebre”.
La kabbalah nos enseña la importancia de tener una actitud proactiva para conectar con la Luz, sabemos que quien ayuda a otro es quien realmente recibe LUZ y Rav Ashlag el gran kabbalista del siglo XX nos explica que amar al prójimo implica incluso ir mas allá de amarlo como a ti mismo sino que considerar al otro por sobre ti. Si reflexionamos en este pensamiento, ¿seremos capaces como humanidad de pensar en el prójimo por sobre nosotros? Veamos cómo es lo mejor que nos puede pasar…
Este cuento nos permite comprender algunos elementos claves de evolución espiritual. La Dualidad: tigre y liebre, fuerte y débil, sano y enfermo, bueno y malo, así es cómo el ser humano percibe la realidad dado por la consciencia del árbol del conocimiento del bien y el mal en el que estamos sumergidos. Sin embargo, la dualidad puede ser superada gracias al deseo de Luz bien usado. Cambio de mirada: Hay un poder trascendente que cambia la realidad al percibir una sola posibilidad más levada: ¡el prójimo es mi semejante, es un regalo y mi trampolín de elevación!!. Por tanto le doy como si me diera a mí mismo y más aún, porque es un regalo poder compartir: quien da, quien ama, es afortunado, puede elegir entre dar o no dar. Recordemos que quien da por esencia es el Creador y nosotros tenemos la oportunidad de generar semejanza con Él al amar a nuestro prójimo. La Misión: Fuimos creados para elevar este mundo de Maljut acercando el cielo a la tierra con nuestros actos, sin el otro, este desafío espiritual sería imposible. Enseñanza: Entonces, simbólicamente la liebre nos representa y muestra que su actitud además de ser compasiva, es consciente, logrando llevar su nivel animal a una naturaleza más elevada que le permitirá trascender. Y ese es el trabajo en el que estamos todos, trascendiendo nuestros rasgos de animalidad y viendo que cada ser humano que se pone en frente es el mejor regalo de la Luz para llevar adelante esta evolución.
Que el Creador nos bendiga con la fuerza de espíritu para trascender nuestros egos y ver con los ojos del Alma a todas las criaturas de este mundo.
Maestra Guía Ana María Pérez Diaz