¿Qué son los milagros? Algunos dicen que algo fantástico y sobrenatural, otros que es algo muy extraño que ocurra.  Para una gran cantidad de gente  -todos muy inteligentes y racionales- el mundo es una serie de relaciones causa y efecto para las cuales no se requiere de un creador, y que por lo tanto los milagros no son más que situaciones al azar –como por ejemplo una serie de naipes-  que coinciden en el momento apropiado, de forma tal que la imaginación humana les otorga un significado sin que necesariamente lo tenga.  Esta es la visión del racionalismo puro.

¿Qué valora el Racionalismo? Aquello que podamos comprobar, que aunque parezca que es lo más probable, no significa que sea lo que es cierto, porque la razón está al servicio de nuestra voluntad, y nuestra voluntad se inclina hacia el lado de lo que queremos ver y no necesariamente hacia el lado de lo que observamos. 

Nosotros observamos la realidad desde el prisma de libre albedrío que elegimos, y ese punto de vista es determinante en la realidad que elegimos ver, y dicha realidad es solo un reflejo de lo que queremos ver y no de lo que en realidad observamos, y somos capaces de creer en lo que queremos aunque sea discordante de lo que observamos, solo porque lo queremos creer. 

Por ejemplo: si nos fijamos en la gente chismosa, ellos operan con el paradigma de “Oír para creer”, como alguien les dijo que era así, entonces lo creyeron. Ya que creemos que aquello que escuchamos es cierto sin necesariamente verlo, entonces nos es fácil imaginar cosas fuera del alcance de lo que nunca antes hemos visto; y cuando esas cosas suceden entonces le llamamos milagro: algo nunca visto antes y fuera del alcance de lo que imaginamos más probable antes que suceda.

De aquí podemos inferir que no es necesario ver para creer, es muy fácil para nosotros poder creer sin ver, nuestra imaginación hace gran parte del trabajo

En otras palabras, el problema radica en saber “Ver” las cosas. 

Es muy fácil imaginar, lo difícil es ver, es lo que más nos cuesta hacer.

Ver significa tomar contacto con la realidad, tal como es, y como tal muestra patrones a diario que asumimos como fáciles de explicar.

Por ejemplo: La lluvia es un fenómeno de la naturaleza que todos conocemos. De hecho la vemos; por lo tanto, afirmamos racionalmente que existe. Pero, ¿por qué llueve? ¿Cuál es la explicación de la lluvia?   Para eso el Racionalismo nos da la respuesta, una explicación científica: “El ciclo del agua”. Les explico en qué consiste:

El agua acumulada en los mares, lagos y demás se evapora al calentarse con el sol. El vapor de agua se eleva hasta una cierta altura, donde se acumula formando nubes. Los vientos las empujan hacia tierra y, al descender la temperatura, el vapor de agua se condensa, las moléculas de agua, que están sueltas por estar en estado gaseoso, con la baja temperatura tienden a juntarse hasta formar gotas de agua que, cuando son lo suficientemente grandes como para ser más pesadas que el aire, por gravedad caen en distintas formas de precipitación: lluvia, granizo o nieve, dependiendo de lo baja que sea la temperatura y de la altura. En el caso de la nieve, ésta permanece acumulada hasta que el aumento de temperatura genera su derretimiento, escurriendo por el suelo en forma de ríos y napas subterráneas hacia los lagos y mares. Igual cosa sucede con el hielo en los glaciares. Este se desprende de un glaciar y cae al agua, flota y navega a la deriva hasta que el calor lo derrite lentamente. Luego esa misma agua se vuelve a evaporar. De este modo, el ciclo se repite. ¡Fantástico!

Al leer esto la mayoría dirá: “¡Qué sabia es la naturaleza!”. Pero hay un “problemita”, más bien son dos “problemitas insignificantes”.

El primero, ¡todavía no explicamos por qué llueve!; simplemente describimos cómo llueve, que no es lo mismo. Resulta que la ciencia no explica la razón de nada. Todo buen científico sabe que la ciencia trata de describir procesos, o sea, cómo se producen los fenómenos; pero no puede explicar el porqué de los mismos. Para nadie es misterio que la ciencia no aguanta más de 3 por qué antes de quedar sin respuesta.  Por eso aquél que dice: “La explicación científica de esto es tal cosa”, está muy mal informado. Debería decir: “Este fenómeno se produce de tal forma”, o “La descripción del proceso tal es…” y luego describir el proceso, pues, y siento desilusionarlos, el porqué se produce realmente ninguna persona lo sabe.

El segundo punto tiene que ver con el agua en sí. Dijimos que el hielo flota. ¿Se han preguntado cómo es posible? Se los describo: Al bajar la temperatura hasta cero centígrado, el agua pura se congela; es decir, el líquido se solidifica. Ahora bien, un metro cúbico de agua -esto es, un cubo de un metro por lado- pesa mil kilos. Si se congela produce un cubo de hielo de mil kilos de peso pero con un volumen que ocupa más de un metro cúbico. Aumenta el volumen del sólido manteniendo el peso: por eso flota, se hace más liviano que el agua líquida que desplaza. Esto se comprueba al llenar hasta el tope una botella con agua, taparla y congelarla. La botella se revienta al congelarse el agua  ¡aumentó su volumen!. Si el hielo se derrite ocurre lo contrario: el volumen de agua va a ser menor que el que ocupaba el pedazo de hielo, pero va a mantener el mismo peso.

¿Sabían que éste es un caso excepcional en el mundo de los líquidos?

Los alcoholes, aceites, ácidos puros (que no contienen agua), metales líquidos como el mercurio, metales y sólidos fundidos, etc., no se comportan como el agua. Al bajar la temperatura lo suficiente, se solidifican, formando un estado sólido que mantiene el peso, pero disminuye el volumen; por lo tanto, se hunden si se les coloca en un medio líquido de su misma naturaleza (por ejemplo, aceite congelado en aceite líquido). Si quieren comprobarlo, es cosa de ver un termómetro donde el mercurio que está en el interior aumenta su volumen al aumentar su temperatura.

Por eso, el caso del agua es la excepción en el mundo de los fluidos; pero no nos parece extraño, como es tan cotidiano entonces nos parece normal ¡aunque de verdad es extraño, y mucho!, porque es el líquido cuyo comportamiento estamos más acostumbrados a ver, entonces no le prestamos atención y resulta ser el que más abunda en océanos, lagos, ríos e ¡incluso en nuestras casas! 

¡¡es el elemento que nos dá vida!! Sin el que NO existiríamos. 

El Agua es la vida en la Tierra.

¿Se imaginan lo que pasaría si el agua se comportara como todo el resto de los líquidos?

Al llegar el invierno, y congelarse los lagos y mares árticos y australes, la superficie del agua se congelaría y se hundiría. Así, al caer capa tras capa de hielo, moriría aplastada la vida marina y el lago o mar desde el fondo hasta la superficie sería hielo. Al mismo tiempo, el nivel del agua sería más bajo y las playas se ensancharían por la reducción del volumen del agua. Por el contrario, al llegar los deshielos, el agua solidificada (hielo) aumentaría su volumen, provocando una subida del nivel con las correspondientes inundaciones de vastos sectores de tierra firme. De hecho, si se derritiesen los polos se inundaría la Tierra; pero, “Baruj HaShem” sucede al revés.

¿Se dan cuenta? el ciclo del agua no es tan simple, lo que pasa es que la mayoría “no sabemos verlo” en su real dimensión, porque el agua posee esta y otras cualidades que no tienen explicación frente al comportamiento de todo el resto de los líquidos.

Estamos tan acostumbrados a ella que no sabemos verlo.

Ya vimos que el agua es un líquido absolutamente atípico o extraño. Me gustaría recordar que la ciencia describe cómo se solidifica el agua, su comportamiento molecular y otras cosas, pero lo que no ha dicho es por qué se comporta así. Veamos al agua, ahora, del lado de su comportamiento común respecto al resto de los líquidos.

Para que caiga lluvia, el agua primero tiene que ascender en estado de gas y esto se realiza por medio de la evaporación (recordemos que los gases tienden a ocupar la mayor cantidad de espacio disponible). Comparemos esto con una mesa de billar, donde están las bolas colocadas al centro y son golpeadas por la bola blanca.

Las bolas, al igual que las moléculas de agua, se agitan producto del un estímulo (el golpe) y se van a mover recorriendo la mesa, pero no van a poder escapar hacia abajo de la mesa, porque están sobre su base; tampoco hacia los costados, porque están los bordes de ella, y en el mejor de los casos chocan entre ellas mismas.

Pero, ¿qué diríamos si las bolas salieran flotando por el aire porque se agitaron y, como no podían escapar hacia abajo y los costados, se fueron para arriba? Primero nos iríamos todos de espalda, y luego diríamos: ¡Milagro, milagro! Finalmente, y esto es la más característico de nuestra época, recapacitaríamos y atribuiríamos el hecho a un fenómeno óptico o diríamos que fue psicosis colectiva o que Rick y Morty hicieron la mezcla de la materia oscura o algo por el estilo.  Por esto dicen nuestros sabios que D’s no se presenta en forma clara y abierta en nuestros días, pues inmediatamente buscaríamos la explicación del fenómeno, así que igual “no lo veríamos”.

Con la evaporación del agua pasa igual que con las bolas de billar y nadie se desmaya. Para empezar, el sol esta caliente, su superficie está incandescente. El fuego es energía, pero hay energías que no calientan. Así que ¿quién dijo que el fuego tiene que calentar? Es más, aún cuando el calor solar calienta la superficie del agua, ¿quién dijo que las moléculas, con el aumento de la temperatura del agua, se tienen que agitar? Más aún, aunque las moléculas se agitan, eso no implica que tengan que salir volando.

Es ilógico, porque al igual que las bolas de billar también están afectas a la fuerza de gravedad. Por ejemplo: el gas de cañería tiende a caer a los lugares más bajos, se escurre por escaleras y alcantarillas; no sale volando como en el caso del vapor de agua. Así que ¿quién dijo que las moléculas de agua, al agitarse por el aumento de la temperatura y convertirse en gas necesariamente tienen que salir volando?

Resulta que cada parte o eslabón del ciclo del agua no tiene explicación en sí misma, y esto se hace extensivo a todo fenómeno. En el caso del ciclo del agua claramente vemos una cadena, pero erróneamente pensamos que cada cosa es consecuencia de lo anterior y causa de lo que sigue.

La verdad es que, si vemos una cadena, cada eslabón es independiente, no se genera por el eslabón que lo precede y tampoco produce al que lo sucede. Es decir, cada fenómeno en sí mismo no tiene razón de ser; es totalmente independiente y aislado.

Cada uno es un milagro. Sí, señores, las cosas por su nombre. Los milagros no son algo raro; por el contrario, cada cosa es un milagro y D’s sabe por qué los hace. Por eso, en vez de decir: “¡Qué sabia es la naturaleza!”, deberíamos decir: “¡Qué grande es el milagro de la naturaleza!”.

EL MILAGRO DE LA NATURALEZA

Si preguntamos qué es un milagro, la respuesta más simple es que todo se maneja por leyes naturales que D’s estableció y dirige, y cuando se hace necesario, Él mismo cambia las leyes para producir un fenómeno sobrenatural que es positivo, y que “ocurre en el momento en que se necesita”. Eso respondería una simple persona creyente.

En el libro “Mijtav MiEliahu” (“Carta de Eliahu”), del Rab Eliahu Desler Tz.Z.L, al tratar el tema de “Milagro y Naturaleza”, trae el siguiente ejemplo: “Imaginemos que estamos en un cementerio y vemos que en una tumba la tierra se acomoda sola, luego se forma un cuerpo y este cuerpo abre los ojos, se para y sale caminando. Nuestra primera reacción sería de espanto y luego diríamos que fue un milagro, porque resucitó un muerto. Si tomamos una semilla seca, la enterramos y le echamos agua, la semilla se pudre (al igual que el cuerpo de un ser humano fallecido). Una vez que la semilla está bien podrida germina una planta que sale a la superficie de la tierra, crece, vive, respira y produce frutos con otras semillas en su interior”.

En el caso de la planta, también resucitó un ser muerto. Por cuanto el fruto del árbol se cayó de él y solo después de que se pudrió germinó la semilla, sólo que nosotros no nos damos cuenta, porque, al igual que con el ejemplo de la lluvia, estamos acostumbrados a verlo; pero es un milagro tan grandioso como darle vida de nuevo a una persona.

Nuevamente, nadie dijo que porque le echemos agua a una semilla enterrada ésta tiene que crecer y generar una planta. De hecho un óvulo fecundado es una semilla y, por mucho que lo enterremos y le echemos agua, no va a crecer una guagua.

En hebreo, mundo se dice OLAM, viene de la palabra ILUM, que significa “ocultamiento”. Nuestros sabios nos enseñan que el mundo físico es un ocultamiento de D’s. Sirve para que Él se esconda y nosotros lo descubramos en cada cosa de la naturaleza y también para que “el que se quiera equivocar, que lo haga”.

D’s hizo las cosas así, a fin de otorgamos un libre albedrío absoluto, o sea, la capacidad de decidir y ser responsables por nuestros actos. Si HaShem se manifestara clara y abiertamente seríamos autómatas a su servicio, pero si somos capaces de encontrarlo sin verlo, entonces sintonizamos con lo que Él quiere de nosotros; elevarnos a un nivel superior que el de monos con imaginación dedicados a resolver problemas, pues teniendo la posibilidad de no hacer, elegimos la de hacer, y es más valioso un compromiso adquirido por propio deseo que por obligación.

Parte de este ocultamiento de D’s es el principio de “Causa y Efecto”; es decir, llueve o echo agua a la tierra y por eso la planta crece. En realidad no es así, pero D’s estableció que cada milagro ocurra en un determinado momento y orden y no en otro, para hacernos creer que son causas o consecuencias de otras cosas y no lo que en realidad son; esto es, fenómenos no relacionados entre sí, independientes del resto, que no son efectos ni causas de nada.

por Maestro Nicolás Rosenberg

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