El trampolín hacia el éxito
Cada vez que uno enfrenta una prueba en la vida, sabiendo que todo lo que le acontece proviene del Creador y es para su propio bien y para que se acerque a Él, uno puede orar en la forma debida. ¿Y por qué? Porque está contento, y porque usa la dificultad que tiene para empezar a hablar con Hashem constantemente y desde lo más profundo de su corazón, sin dejar que el Instinto del Mal lo confunda.
De hecho, cuando uno no tiene ninguna dificultad o ninguna carencia, se pasa la vida “durmiendo” y no hay nada que lo impulse a realizar un trabajo de introspección, de autoexamen crítico, de arrepentimiento y de plegaria. Sin embargo, apenas le ocurre algo que lo perturba y que lo fuerza a ponerse a trabajar, ahí es cuando verdaderamente se “despierta” y empieza a esforzarse.
Dios nos envía tribulaciones para impulsarnos a orar. Por supuesto que nadie pide tener sufrimientos, pero una vez que nos ha sobrevenido alguna dificultad, tenemos que tratar de encararla teniendo bien en claro que es algo que Dios nos envió para nuestro propio beneficio. Todo, absolutamente todo, tiene origen Divino.
Apenas empezamos a encarar el sufrimiento de esta manera, como un catalizador para la plegaria, el crecimiento, el arrepentimiento y la automejora, entonces nos empezamos a dar cuenta de que en realidad, ese sufrimiento es un regalo de Hashem. Y una vez que internalizamos este concepto, dejamos de sufrir. Y en vez de sentirnos tristes, vamos a sentir una tremenda gratitud hacia Hashem, porque Él nos dio esta oportunidad para que oremos desde lo más profundo del corazón y de ese modo, nos acerquemos a Él.
Dios no nos envía sufrimientos para atormentarnos, deprimirnos o para afligirnos, Dios no lo permita. Si en este momento están pasando por una prueba o sienten alguna carencia en la vida, entonces antes que nada denle las gracias a Hashem por esa misma cosa que les está molestando. ¿Por qué? Porque este desafío es el factor motivante que los va a ayudar a que hagan teshuvá (sincero arrepentimiento y compromiso a no reincidir) y a que empiecen a hablar con Hashem.
Una vez que hayan eliminado todo rastro de tristeza, amargura o autocompasión, van a poder pedirle a Hashem que les muestre qué es lo que tienen que corregir. Pero primero tienen que estar alegres, porque la plegaria es aceptada únicamente cuando va precedida de emuná y de alegría.
por: Rabino Shalom Arush