Pequeños momentos milagrosos
A menudo pensamos que un milagro sucede cuando lo pedimos, bien sea haciendo uso de algún poder especial (que pensamos que no tenemos), o bien invocando la generosidad divina. Pensamos que tenemos que hacer algún tipo de buena acción para ser meritorios de lo que deseamos; para obtener bendiciones sin provocar pan de la vergüenza. Puede que todo lo anterior sea cierto, pero no es el único camino…
Cuando vemos un pequeño arcoíris formarse con un rayo de sol atravesando un chorro de agua que riega un jardín…
Cuando descubrimos que hay una flor o un fruto entre medio de ramas y hojas, ocultos al que va pasando, aparentemente destinados a no ser vistos…
Cuando nos suceden esas pequeñas coincidencias que nos arreglan el día…
Cuando constatamos que una aparente desgracia de proporciones al fin del día solucionó un problema que, de otra manera se hubiera perpetuado en el tiempo…
Cuando súbitamente la realidad cambia (siempre para bien)….
En todos estos casos, la realidad simplemente sucede, con o sin nuestra participación. Lo verdaderamente asombroso es que lo notamos. Y ése es el milagro: Hechos maravillosos orquestados por Hashem suceden todo el tiempo. El mero hecho de que criaturas tan frágiles como nosotros estemos vivas es ya un hecho inexplicable, si no es por la intervención de una gran energía que nos mantiene y protege. Nosotros somos el milagro. Lo difícil es reconocerlo. Y así tenemos una novedosa manera de tener más milagros en nuestras vidas: darnos cuentas de los innumerables milagros que ya existen y nos rodean.
Que en este mes de milagros y celebraciones aprendamos a apreciar la realidad maravillosa en la que vivimos para que nuestra Emuná y nuestra cercanía con el Creador sea cada día mayor.
¡Felices fiestas!
Maestra Carolina Castagneto