Un lamento frecuente entre las personas es que “no se saca nada con ser bueno, porque las personas a las que uno más ayuda, son las que siempre te traicionan”, o bien “cuando la gente que ha sido siempre generosa necesita ayuda, nunca hay nadie para ayudarle”. Desde luego, el uso de palabras como “nada”, “siempre” y nunca” son peligrosas, pues nos hacen creer en supuestas verdades absolutas que son aplicables a toda situación.
Pero más allá de exageraciones, la Kabbalah nos enseña que así como hay reglas para recibir, también hay reglas para dar: No da lo mismo el “cómo”, el “a quién” y sobre todo, el “para qué”.
En una persona que está consciente de su dimensión espiritual y lucha día a día por hacer lo correcto, pareciera que el trabajo consiste en “dar siempre, hasta que duela”. Sin embargo, sabemos que no es así, por numerosas razones. La más importante es que cuando no se guarda un equilibrio entre lo que se da y se recibe, se genera Pan de la Vergüenza. No hay nada malo en dar; lo peligroso es dar sin medida, de la misma manera que no es malo confiar, pero la confianza tampoco puede ser ciega.
Cuando una persona siente que está en una situación de desequilibrio como la descrita, es muy importante que ella analice las verdaderas razones por las que está siendo “buena”, pues puede ser que el ego le haga ver su actuar como altruista, cuando en realidad es egoísta.
Tampoco hay que perder de vista que el solo hecho de dar no equivale a hacer “lo correcto”, cuando la vasija que recibe no es apta o porque va a hacer mal uso de la luz que recibe.
Por lo tanto, la invitación es a seguir dando nuestra luz a los demás, pero teniendo presente que ese acto también conlleva la responsabilidad de analizar bien qué se da, a quién y sobre todo, para qué.
Amén.
Afectuosamente,
Maestra Carolina Castagneto